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Casa Giz, un negocio con 140 años de experiencia.

Ya van cuatro generaciones de la misma familia al frente del comercio, especializado en productos de calidad. Antes también hubo salón de baile y hoy, hostal y restaurante.

Hace 140 años ya existía Casa Giz en Cuiña (Ortigueira). La tienda nació en la casa de al lado. «La abrieron mis abuelos, Francisco Giz Pereira y María Antonia Sanjurjo Fernández» cuenta María Piñeiro Giz, que nació en 1930 en la vivienda donde se encuentra el negocio desde que lo trasladaron sus progenitores, Indalecio Manuel Piñeiro Pía y María Giz Sanjurjo. Con 14 años su padre emigro a Cuba. «Iba y venía«. Antes y después de casarse «Mi madre se quedó con el comercio y cuidando a los hijos», que se llevaron varios años, los mismos que transcurrían entre las idas y venidas de Indalecio, carnicero en la isla.

 

«Yo no recuerdo esta casa sin tienda«, asegura Maruxa,  que trabajó en el establecimiento durante medio siglo. «Con 15 años empecé y ya me quedé«, relata. El primer mostrador de aquella taberna-ultramarinos era de madera de eucalipto. Explica que los hombres echaban la partida en el comedor y tomaban los chiquitos mientras las mujeres compraban azúcar, aceite, café, bacalao.. «En aquellos tiempos había pocos artículos y se vendía mas de cada uno y ahora hay muchas cosas y se vende poco«, resume esta mujer de carácter afable y vitalicia.

Tanto ella como su hermana menor, María Serafina recuerdan «aquellas cubas de vino grandísimas y el bidón para coger carburo«. Cuando vivían sus padres, evocan, «no se cerraba nunca«. «Cenábamos en el patio, donde había una parra, de día porque papa venia acostumbrado de Cuba«. Fueron más esclavos que nosotros , trabajaron mucho y empezaron sin tener nada. Mamá contaba que se habían podido casar gracias a que el cura no les había cobrado porque si no se hubieran quedado sin los tres duros que tenían», elogian. María Serafina, de 70 años, dice que de niña le extrañaba que sus compañeras de colegio se asearan en un barreño. «Siempre recuerdo tener cuarto de baño en casa y la primera televisión que hubo en la parroquia fue aquí y venía la gente a verla«. » Siempre me encantó el comerciosevera Maruxa-, me gustaba hablar con la gente, teníamos clientes muy fijos, pagadores...«. Durante la larga posguerra se apuntaba en la libreta: «la gente era muy formal y cuando vendían un ternero o pinos saldaban toda la deuda». En las aldeas «vivía mucha más gente» y Casa Giz era referencia en la zona. Todo cambío a raíz de la apertura de los supermercados, aunque el establecimiento, que también tiene estanco, mantiene una clientela estable que se duplica en verano. El último invierno «fue terrible, si se notó la crisis» ¿Cómo sobrevivir ante tanta competencia? «Especializándose en productos de calidad, fruta, bacalao, conservas… de las mejores marcas. Y artículos que no puedes encontrar en otros sitios como la caña para hacer licor de guindas«, responde María José Franco Piñeiro, encargada de la tienda desde que se retiró su madre. Su marido Manuel Lagares, y su tía María Serafina, gestionan el hostal, otra rama del negocio familiar. Hace más de tres décadas abrieron un restaurante que hoy sigue en manos del hijo de Maria Serafina Javier López Piñeiro. Los años de gloria, cuando servían 80 o 90 comidas al día, coincidieron con el auge de la cantera de pizarra y las obras de la carretera.

El Baile de San Marcos: Antes hubo bailes en el Salón Piñeiro, otra iniciativa de Indalecio, el primer gran emprendedor de la saga. «Venían gente de Espasante, O Baleo, Ortigueira, en bicicleta o andando.. y mamá preparaba bistés empanados para los bocadillos«, narra María Serafina. El 25 de abril celebran el baile de San Marcos, coincidiendo con la feria caballar de Senra, «Con cuatro como aquel se resolvía el años, solía decir mi padre«, rememora Maruxa. Su hermana conserva un hermoso abanico de cartón , con los que su padre obsequiaba a los asistentes al baile mensual.

 

(Ana F. Cuba . La Voz de Galicia – El Comárcalo, Agosto 214)